Entre los 18 y los 24 meses no señalan objetos ni intentan llamar la atención de las otras personas. No siguen miradas. Cuando quieren algo, toman la mano de otra persona para conducirla hacia el objeto deseado.
No hablan, o han comenzado a emitir algunas palabras y, de pronto, en torno a los 15 meses desaparecen. Muchos recuperan el lenguaje, otros nunca hablarán.
No imitan y tienen dificultades para entender los gestos de otras personas. Tienen problemas para comprender las emociones de otros y para canalizar sus propias emociones.
Pueden evitar el contacto corporal y con frecuencia el contacto visual es muy escaso.
Muestran fascinación por objetos que giran: ventiladores, aires acondicionados, molinillos, ruedas… También por determinadas superficies y efectos: chapas, sombras, motas de polvo…
Presentan movimientos extraños: aleteos de brazos, caminar de puntillas, giros de ojos, agitar los dedos, echar la cabeza hacia atrás…
Con frecuencia no reaccionan a su nombre; parecen “sordos".
Cuando hay lenguaje, este puede ser poco comunicativo. Algunos repiten frases o palabras (ecolalia) y pueden tener dificultades para expresarse.
Interés exagerado por temas muy concretos: tuberías, trenes, generadores, dinosaurios, planetas, mapas…
El juego no es creativo. Con frecuencia se entretienen con partes de los juguetes (ruedas) o arman interminables hileras de coches u otros objetos.
No demuestran interés por los otros niños ni juegan con ellos.
Muestran insensibilidad al dolor o, por el contrario, una sensibilidad exagerada.
No reaccionan, muestran miedo extremo o fascinación exagerada por determinados sonidos: batidora, cortacésped, aspiradora, taladro, secador, tañido de campanas…
En algunos casos, demuestran capacidades excepcionales en matemáticas, música, memoria…
Presentan dificultades ante los cambios, se adhieren a ambientes estables y rutinas.
Tienen con frecuencia rabietas y berrinches ante situaciones que nos cuesta entender o sin motivo aparente. En casos extremos, pueden producirse autolesiones.
Arañan, golpetean o chupan determinadas superficies. Es común que toquen y sigan determinadas superficies, como paredes, baldosas, verjas…
Pueden presentar risas exageradas sin motivo aparente.
Tienen problemas para compartir lo que están haciendo o sus vivencias. Por ejemplo, no llevan objetos de su interés a sus padres ni les enseñan sus dibujos.
Hay problemas con la comida (quieren todo pasado o quieren todo crujiente o de un color) y con el sueño.
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